viernes, 6 de agosto de 2021

ENTRE LA TORMENTA Y LA CALMA

 


Pareciera que la vida es un compás agitado, tantos ritmos que ponen ese punto de principio y final a lo cotidiano.

Hoy, más que nunca necesito poner en letras lo que pasa en mi tormenta para lograr encontrar esa calma infinita.  Estoy tratando de comprender cómo la mente finalmente gobierna todo en tu interior y lo expone en una realidad tan cruda que es difícil controlar.  Pondré en el papel una realidad que muchos la han vivido, la están viviendo o conocen a alguien que la vive, es tan común, que lo que generalmente te dicen es: "tranquila, eso le puede pasar a cualquiera", ¿en serio? ¿a cualquiera? pareciera increíble que algo así se pueda desatar hasta en las mentes más centradas y racionales.

¿Es una enfermedad? claro que si, médicamente está diagnosticada como una enfermedad del cerebro, dicho por un gran psiquiatra, porque el cerebro es un órgano tan importante y sensible que se enferma como una rodilla o los riñones, pero sentimos al cerebro como algo tan lejano que no lo asumimos como parte esencial de nuestro cuerpo.  

Hablaré hoy y con mucha preocupación pero tratando de encontrar un camino de salida, de los ATAQUES DE PÁNICO: lo más complicado que puede pasarle a un ser humano medianamente cuerdo, medianamente organizado, estable y tranquilo.  El proceso más desconcertante que el cuerpo y la mente pueden enfrentar, la batalla más insufrible del alma.

Según algunos expertos, lo que pasa en el cerebro en esos momentos donde se nubla el sentido Varias zonas del cerebro son claves en la producción del miedo y la ansiedad. En especial la amígdala, una estructura con forma de almendra,  y el hipocampo. 

La amígdala se encarga de alertar al resto del cerebro de posibles amenazas y de activar una respuesta de miedo o ansiedad. El hipocampo, fundamental para la consolidación de la memoria y el aprendizaje, se encarga de almacenar los sucesos peligrosos en forma de recuerdos.  En la mayoría de las personas, la sensación de miedo es algo adaptativo, que nos protege de peligros. Pero en las personas con trastornos de ansiedad esa emoción es desproporcionada y en muchos casos generalizada, causando una gran angustia que puede llegar a ser muy limitante. Se sabe además que la hiperactividad de la amígdala lleva al desarrollo de los miedos fóbicos...

Quienes lo padecen sienten temor ante cosas que no son en sí amenazantes en absoluto. Sin embargo les limitan mucho en su vida diaria. Según este estudio, sus neuronas podrían haber perdido su capacidad de discriminar las amenazas.

Ref:https://abcblogs.abc.es/cosas-cerebro/otros-temas/que-pasa-en-el-cerebro-de-las-personas-con-ansiedad.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

Partiendo de estos conceptos, el cerebro genera un proceso en las neuronas que activan todas las alarmas para que el cuerpo reaccione o no frente a determinada situación, pero cuando se descontrolan esas órdenes, ni siquiera la respiración escalonada, las oraciones a todos los ángeles, santos, arcángeles y Jesús, tienen el botón de apagar la hecatombe, quisiera poner en palabras lo que sucede en todo el proceso, quiero darle forma a algo que no he podido comprender, y mucho más porque no existe un detonante en particular que traslade todo ese caos al día a día.

Quiero contarles que hace como 8 años sufrí mi primer ataque de pánico, esa sensación de muerte inexplicable que no deja respirar, tenía un cúmulo de vida retenida que nunca había explotado, pero un día cualquiera, boom, sólo colapsé, me moría sin saber por qué, pero no fue un infarto, no fue una isquemia cerebral, no fue nada, sólo un cuadro de ansiedad y pánico, ese años visité más médicos de los que había conocido en los partidos de volleyball o en las rumbas de la universidad con mi mejor amiga que es médico, pasé por urgencias cada 3 días de la semana de cada mes, pero nunca era nada, nada que los médicos pudieran diagnosticar como enfermedad, hasta que el neurólogo después de darle mil vueltas a mi cerebro, decidió mandarme donde un psiquiatra, experiencia extraña porque tenemos en mal concepto ésta profesión y nos da vergüenza que la gente se entere que vamos donde ellos, pero de verdad, es un buen comienzo para desenredar y darle nombre a lo que nadie sabe darle nombre.  Finalmente, el psiquiatra diagnosticó una depresión anhedonia (refiere a la incapacidad para sentir placer. Lo que antes te satisfacía ahora ya no funciona. Los estímulos placenteros ya no son estimulantes.) y ataques de pánico y ansiedad.  Como todo tratamiento psiquiátrico, tuve que tomar medicina para lograr que el cerebro comenzara una readaptación de su sistema, fue un largo, largo, largooooo año, además que la única recomendación del médico que me aseguraba una sanación rápida y permanente era "Hacer ejercicio", uno de los puntos más complejos de comenzar a reaprender, pues en esa depresión anhedonia, el deporte no estaba entre mis planes, creo que de todo el proceso, fue lo más difícil porque mi vida entera siempre giró entorno al deporte, una pasión deliciosa, una forma de vida que de verdad, daba mucha vida, buenos momentos, aprendizajes, en fin, volver a entender que el deporte me salvaría la vida, no tenia cabida en el proceso, tenía 20 kilos de más en mi cuerpo, había perdido la rutina de entrenamiento, se había apagado del chip de moverse porque sí y pasarlo bien.  Así que poco a poco, junto a mi esposo, comencé a reaprender el deporte, en unas rutinas escalonadas de 10 minutos, 15 minutos, y así hasta lograr un entrenamiento básico de trote, gimnasio y un poco de volley de 30 minutos...simultáneamente a este proceso comencé a hacer hidroaeróbicos con unas compañeras fabulosas que fueron vitales en reconectar ese toque de diversión, de compañerismo, de trabajo en equipo, empieza entonces aquí un nuevo camino de comprender que todo ese tsunamí que me paralizaba el alma, poco a poco bajaba a una mansa marea.

Como podemos ver, cuando subestimamos el poder de la mente, del cerebro, nuestra vida cotidiana puede irse por el barranco, cuando no le damos importancia a esos sentimientos y emociones que nos incomodan, cuando no decimos en el momento eso que nos estorba, cuando no ponemos sobre la mesa lo que no vibra con nosotros, finalmente se convierte en una bomba de tiempo.

Lo preocupante de todo esto es que al cabo de los años, después de haber hecho un cambio importante y funcional en la vida cotidiana, en ir encontrando caminos y formas de seguir, hoy vuelvo a caer en las garras de ese monstruo, de ese fantasma que se pega a la piel y no deja respirar.  ¿Cómo es posible que vuelva a suceder? además ésta vez tiene otro matiz, es mucho más confuso porque es mucho más frustrante, mucho más denso, como si todo lo aprendido, si todo lo vivido antes no hubiera servido para nada.  

¿Seré capaz de volver a salir triunfante? ¿Tengo la capacidad física, mental y espiritual para soportar otro terremoto de estos? ¿Encontraré la fórmula mágica para sanarme para siempre y no tener que someterme a este estado de nada y de todo, de ese sufrimiento insufrible, de ese miedo sin nombre, de ese pánico paralizante, inhumano, de ese eso inexplicable, inentendible para los demás, que sin querer, termina uno sumergiendolos en ese remolino.

Ojalá pudiera evitar todo esto, ojalá pudiera detener esa ola gigante que sale de la nada, por cualquier motivo, en cualquier momento, sin control, ojalá pudiera encontrar respuestas rápidas para no vivir más esta sensación y poder ayudarle a otras personas a salir a flote, ilesas y felices.  Ojalá logre aquietar mi mente para que todo el Universo se ponga a mis pies.

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